Segundas lunas de miel (primera parte)

Una segunda luna de miel puede durar una noche, un día, una semana ó más. Solo hay una regla: dedicaros el tiempo exclusivamente el uno al otro y poneros de acuerdo para intentar no caer en la rutina. Sed más atrevidos, intentar algo nuevo, follar de otra manera ó en un sitio distinto (a mí personalmente me gustan mucho los garages subterráneos de los centros comerciales, en el interior del coche).

Podéis pasar estas vacaciones en casa ó salir de fin de semana como por ejemplo hemos echo nosotros este pasado puente, sin niños por supuesto, aquí hay que poner toda nuestra imaginación en el supuesto que seamos padres, los solteros lo tenéis más fácil. Sea lo que fuere volver a cortejaros y redescubriros el uno al otro. Buscad lo inesperado y pasad el tiempo juntos.

Cuando regresemos a la rutina diaria introducir estas nuevas experiencias en vuestra relación, enriqueciendo así vuestra vida sexual diaria. Intentar tener varias al año, aunque solo sea salir a cenar para después aprovechar los beneficios de una buena botella de vino ó escaparse un día a un hotel, no se necesita mucho dinero para tener éxito como me ha sucedido recientemente...

Lo encontré por casualidad navegando por internet, un pequeño hotel recientemente inaugurado en la costa cantábrica y con el dato importante de que en sus instalaciones contaban con un completo circuito de Spa a disposición de los clientes. Muy coqueto y con decoración minimalista. Llegamos por la tarde después de dejar a los niños con una pareja de amigos y nada más registrarnos subimos a conocer nuestra habitación.. ese espacio que por unas horas iba a convertirse en el centro de nuestro universo particular; la habitación era realmente acogedora y disponía de una cama de matrimonio talla king-size que hubiera hecho las delicias de varias personas juntas más a la vez (ayssss no se me quita de la cabeza mi trío.... en fin). Nos dimos una ducha juntos en la que ya empezaron los primeros juegos, pero sin llegar hasta el final, la idea que tenía preconcebida era la de llegar a la noche en el máximo estado de excitación posible.

Salimos al pueblo a cenar.. en un coqueto restaurante del puerto. Una cena ligera, a base de unas ensaladas de bogabante y unos rabiolis rellenos de hongos que estaban realmente deliciosos. Creo que en ese momento de la noche, terminando la cena, ya no podíamos aguantarnos las ganas de regresar al hotel y encerrarnos juntos en nuestra habitación. Tomarnos los postres, una infusión y pagar la cuenta fue un visto y no visto. Regresamos dando un paseo abrazados, como hacía tiempo no lo hacíamos, parando nuestro paso cada pocos metros y besandonos apasionadamente.

La entrada a la habitación fue realmente excitante, ya desde el recorrido en el ascensor.

Continuará.....