miércoles, 27 de mayo de 2009

Segundas Lunas de Miel (continuación)

……. Entramos en la habitación, la luz estaba a media intensidad, muy tenue, tanto es así que creaba un cierto ambiente mágico. Lis me pidió susurrándome al oído que esperara un poco, que no me impacientara; cogió algo de la bolsa de viaje y se metió en el cuarto de baño que estaba al fondo del pequeño pasillo. Mientras tanto y para amortiguar la espera salí a la terraza a fumar un cigarrillo, estaba exageradamente cachondo, la tenía tan dura que ya empezaba a notar una ligera molestia,… la ansiedad previa a los momentos que imaginaba mi cabeza estaban por llegar hacia que le diera profundas caladas al pitillo. Tenía el presentimiento de que esa noche iba a ser realmente acojonante. Apagué el cigarrillo, me quite los zapatos y me tumbé en la cama. Lis todavía no había salido del baño. ¡¡¡ Joder, que larga se me estaba haciendo la espera !!! De pronto oí su voz pidiéndome que me no la mirara, así que me senté en la esquina de la enorme cama de espaldas al baño. Se abrió la puerta y noté como se iba acercando, dando pequeños pasos descalzos sobre la moqueta, se deslizó por encima de la cama hasta que sentí su delicioso calor a mis espaldas.

Empezó a meter sus manos por debajo de mi camiseta, acariciando suavemente mi torso con las yemas de sus dedos, mientras me soplaba en la nuca, me besaba el cuello y me mordisqueaba el lóbulo de la oreja, por un par de minutos me dejé llevar rendido a sus deliciosas caricias. Me di la vuelta y allí estaba ella como una preciosa visión, vestida como nunca se había vestido para mí, con un camisón rojo corto con encajes y semitransparente que justo le tapaba las nalgas, debajo llevaba unas braguitas rojas de gasa con unos brillantes plateados. El conjunto en general era muy putón y Lis ayudaba adoptado una actitud muy lasciva, muy de femme fatale, nunca la había visto tan sexy y seguía excitándome visualmente cada vez más y más como ella sabe hacerlo.

Había preparado nuestra cita con todo el detalle posible y llevé unos cuantos regalos para ella en una pequeña caja, regalos para los dos a decir verdad. Por un lado teníamos una caja de unos pequeños y deliciosos chocolates belgas, una botella de nuestro champagne francés favorito con sus respectivas copas, que había dejado enfriándose previamente en el frigorífico de la habitación, un aceite de masaje corporal con olor a chocolate, nuestro vibrador, al que desgraciadamente no le habíamos dado mucho uso hasta entonces, un lubricante íntimo y un sirope de fresa. Se los entregué en medio de nuestro juego cómplice, abrió la caja y preguntó: Y ahora… ¿por donde empezamos?

Tomó la caja de los bombones y me metió uno en la boca para seguidamente, agarrar suavemente con sus manos mi cabeza, con su lengua buscarlo y arrebatármelo bruscamente. El chocolate derretido se le escapaba por las comisuras de los labios. Comenzó a reír a carcajadas y en ese momento comencé a besarla apasionadamente introduciéndole mi lengua. Estuvimos besándonos y lamiendo el bombón hasta fundirse, y después otro de la misma forma, mientras me desabrochaba el cinturón, me bajaba la cremallera y me despojaba de mi pantalón, mis calzoncillos y la camiseta hasta dejarme totalmente desnudo e indefenso delante de ella, rendido a su forma de hacer y de dominar la situación. Casi sin tiempo a reaccionar agarró mi estaca con fuerza y comenzó a hacerme una mamada tan increíble como deliciosa… con toda su boca llena de abundantes restos de chocolate y saliva; en un momento dado le pedí que sacara su lengua todo lo que pudiera para yo llenársela de sirope líquido de fresa y que pueda continuar su extraordinario esfuerzo. La situación hace que yo comience a perder por momentos el control; siento que de seguir ella chupándomela con esta fuerza inusitada no tardaré en correrme como un chiquillo y le suplico que saque mi polla dura como el hormigón de su boca viciosa. Os puedo jurar que nunca antes de esa noche había visto así de salvaje a Lis, tanto en el fondo como en la forma, ciertamente comencé a entrar en un estado extra de sobre-excitación desconocido también para mí.

Le sonreí lascivamente y le pregunté si quería un poco de champagne bien frio. Asintió con la cabeza. Llené las dos copas y brindamos por una noche salvaje. Tomé un sorbo y dejé mi copa sobre la mesilla, ella miraba fijamente mis ojos, me dio un leve empujón invitándome a tumbarme sobre la cama mientras acercaba la copa a sus labios. Yo la observaba con la respiración acelerada. Llenó su boca del líquido dorado, se acerco nuevamente a mi sexo y se la introdujo de nuevo en su boca. El frió casi me mata….. (Continuará)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ummmm!!! Me gusta. Me alegro que hayas continuado con esta historia. Tengo ganas de saber como acabó la noche porque promete.

besitos.

elnenecabron dijo...

Joder que bueno,espero la continuacion
Besos y abrazos